360° ha hablado con Carlo Ratti para comprender su perspectiva sobre cómo ha afectado la pandemia a las organizaciones, el papel que desempeña el espacio de trabajo físico en la creación de conexiones sociales, y para que respondiera a la pregunta de por qué todavía necesitamos los espacios de trabajo.
Generalmente, la crisis del COVID-19 nos permite enfocar nuestro trabajo hacia la sostenibilidad económica, social y medioambiental. Cuando la crisis se convirtió en una pandemia mundial, las prioridades de nuestro espacio de trabajo cambiaron rápidamente. Primero, nos sentimos obligados a reaccionar aprovechando nuestra experiencia. Desarrollamos CURA, un contenedor de envío convertido en una unidad de UCI móvil con todo el equipo médico y las instalaciones de biocontención necesarias para servir como sala de aislamiento regular. La creación de CURA durante el confinamiento supuso todo un desafío. La falta de correspondencia física complicó el desarrollo del proyecto, especialmente por la gran cantidad de partes involucradas.
Aplicamos un enfoque de código abierto y los procesos de diseño y construcción se llevaron a cabo al mismo tiempo. Los programas de software como Zoom y Teams son excelentes para llevar a cabo reuniones regulares. Sin embargo, aún no están lo suficientemente optimizados como para realizar bocetos de manera colaborativa y muchas de las actividades específicas de una empresa de arquitectura.
No creo que nuestro día a día vuelva a ser exactamente como antes. No hay más que pensar en los viajes de negocios internacionales. Antes, los viajes para una reunión de negocios, como Nueva York-Singapur, se consideraban obligatorios. Lo cual era absurdo desde el punto de vista medioambiental y de salud personal.
Finalmente, nos dimos cuenta de que la tecnología se ha desarrollado hasta tal punto que podemos comunicarnos y hacer negocios de manera on line y, con suerte, evitar o reducir ese disparate de viajar. Supongo que a nivel más local también ocurrirá algo similar, y también harán del trabajo desde casa una práctica habitual. A su vez, los desplazamientos diarios pasarán a ser una actividad menos regular y más flexible.
El concepto del trabajo remoto no es algo nuevo. En la década de los 60, ya lo predijo el teórico urbano Melvin Webber. Sin embargo, tener la posibilidad de trabajar desde cualquier lugar no quiere decir que queramos hacerlo. Como argumentó el sociólogo Mark Granovetter en 1973, las sociedades operativas están sustentadas no solo por «sólidos lazos» (relaciones cercanas) sino también por «lazos débiles» (conocidos). Mientras que los lazos sólidos tienden a formar redes densas (nuestros amigos cercanos suelen ser amigos cercanos entre sí) los lazos débiles nos conectan con un grupo más amplio y diverso. Tendiendo puentes entre los círculos sociales, es más probable que los lazos débiles nos conecten a nuevas ideas y perspectivas, poniendo en tela de juicio nuestras ideas preconcebidas y fomentando la innovación y la difusión. Aunque el video o las redes sociales pueden ayudarnos a mantener nuestros lazos sólidos, es poco probable que generen vínculos nuevos.
Un estudio realizado en el MIT entre estudiantes, profesores y administradores durante la pandemia parece confirmarlo. Construimos dos redes de comunicación iguales: una que muestra las interacciones antes del cierre del campus y otra que muestra las interacciones durante el cierre. Aún necesitamos una validación adicional por parte de otros expertos, pero los resultados iniciales indican que las interacciones se están reduciendo, y las personas intercambian más mensajes dentro de un grupo más reducido de contactos. En resumen, los lazos sólidos existentes se están consolidando, mientras que los lazos débiles se deterioran.
Intentamos maximizar la creación de lazos débiles. Nuestros espacios de trabajo en Italia ofrecen mesas comunes, un jardín donde tenemos mesas libres, reuniones semanales después del trabajo y más espacios compartidos. Estamos tratando de fomentar el llamado «efecto cafetería»; no existe ocasión más oportuna que compartir una mesa en la cafetería para establecer lazos débiles. En última instancia, una cuantificación más precisa de la interacción humana en el espacio de trabajo podría darnos pistas vitales sobre el diseño de las oficinas futuras. El comportamiento espacial y la conexión interpersonal podrían medirse en tiempo real a través de sensores y ayudar a diseñar los edificios y el mobiliario del futuro.
